En ocasiones el cuidado de nuestros mayores, sean dependientes o no, supone un trabajo extra para el que no todo el mundo está capacitado. Muchas veces, además de la falta de conocimiento, no disponemos del tiempo necesario. En estos casos se requiere la presencia de profesionales que nos ayuden a gestionar de forma adecuada los cuidados y atenciones que precisan los mayores.
Para asegurarnos que reciben la atención idónea, el plan de cuidados es una herramienta indispensable. En este artículo te vamos hablar de las fases con las que debe contar un plan de cuidados para mayores adecuado a las necesidades de la persona que lo precisa. Así podrás asegurarte del cumplimiento de las tareas necesarias y te ayudará a evitar la sobrecarga del cuidador.
¿Qué es un plan de cuidados?
Es básicamente una organización de tareas en función de su importancia, de los horarios y de la autonomía de la persona dependiente, con la que garantizamos el bienestar de la persona dependiente y del cuidador. Con la elaboración del plan de cuidados puedes organizar el tiempo y cubrir las necesidades de la persona que cuidas. Además al tener la situación controlada, te permite tomas las decisiones adecuadas en cada momento.
Veamos ahora las cinco fases para desarrollar el plan de cuidados.
1. Elaborar una lista de tareas
Para elaborar un plan de cuidados te recomendamos empezar haciendo una lista con todas las tareas diarias, semanales y mensuales. Lo mejor es empezar por las tareas rutinarias más básicas, como la alimentación, el descanso, la higiene personal y el vestido. Una vez detalladas éstas, nos centramos en las actividades instrumentales como la limpieza, la planificación y preparación de comidas, el acompañamiento a actividades o centros médicos e incluso la puesta al día de los temas económicos.
El conocimiento de la enfermedad o del nivel de dependencia es clave para el buen funcionamiento del plan de cuidados. Es necesario conocer las necesidades presentes en el momento de hacer el plan y asimismo tener en cuenta las necesidades que puedan surgir en el futuro, sobre todo en el caso de enfermedades degenerativas.
1. Asignar a cada tarea un grado de importancia
Una vez que están determinadas las tareas lo siguiente es asignarle a cada tarea el grado de importancia de cada una de ellas. Con esto daremos prioridad a las tareas más básicas como pueden ser la higiene y la alimentación. Al otorgar un grado de importancia a las tareas diarias podemos dejar, si el tiempo nos lo exige y de manera ocasional, alguna tarea para otro día.
2. Determinar la autonomía de la persona para realizar las tareas
Al elaborar la lista de tareas es importante señalar aquellas que la persona que cuidamos puede realizar por sí misma, y aquellas para las que necesita ayuda parcial o total. Siempre que se pueda hay que fomentar y favorecer la autonomía de la persona de la que estamos al cuidado; todas aquellas actividades que pueda desarrollar por sí misma, permitiremos, animaremos y colaboraremos para que así sea.
3. Detallar los recursos disponibles
Llegados a este punto es bueno conocer los recursos externos de los que puedes disponer. Puedes recurrir a los servicios públicos y privados para la solicitud de ayudas, ya sean personales o económicas. Los servicios de ayuda a domicilio pueden jugar un papel clave para colaborar contigo en la tarea del cuidado. Incluye en tu plan de qué manera concreta puedes apoyarte en estos recursos.
4. Asegurar tiempo de descanso para el cuidador
La elaboración del plan de cuidados te ayuda además a asegurar un tiempo de descanso para el cuidador y un margen para el autocuidado. Es fundamental que el cuidador (y tú también lo eres, en la medida en que como familiar participas en el cuidado) mantenga hábitos de vida saludables: buena alimentación, ejercicio físico, relaciones sociales y actividades de ocio.
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