A veces, y cada vez con mayor frecuencia debido al envejecimiento de la población, nos encontramos ante la tarea de cuidar a una persona mayor o un gran dependiente (que no tiene por qué ser, necesariamente, una persona de edad avanzada; pensemos, por ejemplo, en el caso de un ictus) en casa.
A veces no podemos hacerlo solos y buscamos a alguien que nos ayude. Es estos casos, lo hacemos, como se dice vulgarmente, con el corazón en un puño. Dejar a tu padre, madre, tío, abuela, etc. al cuidado de alguien con la esperanza de que lo cuide como si lo hicieras tú, es una tarea difícil.
En cualquiera de los casos, ya lo hagamos solos o con ayuda de algún profesional, hay ciertos errores, muy comunes, que debemos tratar de evitar. Algunos de los más relevantes, serían los siguientes:
I. Anulación
Ayudar no es anular. La autonomía es uno de los elementos que más enriquecen nuestra autoestima, por lo que es importante mantenerla en las personas a las que ayudamos.
Debemos dejarles hacer todo aquello que puedan, con paciencia, porque tal vez requieran más tiempo para hacerlo solos que si lo hacemos por ellos.
Se trata de un ejercicio para todos, para nosotros, que debemos saber esperar y darles la oportunidad, y para ellos, que, esforzándose, pueden conseguir desarrollar tareas que refuercen su autoestima y les hagan estar más felices.
En este punto debe tenerse en cuenta que, habitualmente, la pérdida de independencia es un camino de no retorno. Si, progresivamente les vamos acostumbrando a hacer tareas básicas por ellos, más pronto que tarde dejarán de hacerlas, porque ya no puedan, no sepan o no se sientan seguros para realizarlas.
II. Ausencia de rutinas
A medida que los años avanzan, los despistes también lo hacen. A menudo nos encontramos con que a nuestros mayores se les “pasa” la hora de la comida, se olvidan de beber o no recuerdan tomar sus medicinas cuando corresponde.
Para evitar estos despistes y los problemas que pueden conllevar, conviene establecer una rutina diaria para comidas, baños, actividades físicas o mentales, sueño nocturno y siestas,. Esto, además, les aportará seguridad.
III. Falta de previsión
A veces hay situaciones sobrevenidas que no se pueden prever, como puede ser un accidente. Otras, la mayor parte, sí las vemos venir. Por ello, cuando veamos que nuestros mayores comienzan a perder alguna facultad, debemos tomar medidas.
Además de la inevitable visita al médico, conviene atender al estado de la casa. Si hay escaleras que impiden acceder al dormitorio o a algún lugar de mucho tránsito, bañera o puertas muy estrechas por las que no cabría una silla de ruedas, es recomendable eliminar estas barreras antes de que el problema llegue. También sería aconsejable instalar barras de seguridad en el baño o contratar algún servicio de aviso en caso de emergencia.
Igualmente, podemos pensar en cambiar el cochón (poner uno que evite escaras) o la cama por una articulada. También hay sofás eléctricos que ayudan a movilizar a personas con movilidad reducida.
Por último, si vemos que la situación nos supera y necesitamos ayuda adicional, es un buen momento para pensar cómo la organizaremos. Por ejemplo, podemos empezar a pensar si va a venir alguien a echarnos una mano, vamos a buscar alguna residencia de día para que estimulen a los mayores), si vamos a hacer turnos entre los familiares y el mayor irá rotando de una casa a otra o, si los familiares se turnarán para atender al mayor en su domicilio.
IV. Falta de estimulación
Siempre pensamos en la salud física que, evidentemente, es fundamental, pero también hay que prestar atención a la emocional.
Estudios recientes avalan el efecto de la motivación en el estado anímico de las personas. Cuanto más animemos a nuestros mayores a realizar tareas nuevas, más contentos estarán cuando lo logren. Podemos animales tanto a realizar tareas físicas (ayer anduvimos 5 minutos, vamos a probar a caminar 7 hoy), como mentales (hacer un puzle, leer con ellos, enseñarles el funcionamiento del ordenador para leer la prensa o alguna aplicación en el móvil que les permita ver o hablar con su familia).
V. Ser poco pacientes
Con frecuencia, la gente mayor se equivoca al hablar, no entiende lo que le decimos a la primera, repite las cosas, o dice algunas que nos parece que carecen de sentido.
En esas ocasiones, tras un largo día de trabajo y el estrés emocional que supone ver a alguien que quieres en un estado que te gustaría que fuese distinto, es fácil perder la paciencia. Sin embargo, os recomendamos tener un poco de mano izquierda: hablar con ellos despacio, con frases simples, palabras sencillas y con calma.
Esto ayuda a transmitirles tranquilidad y, al relajarse, muchas veces consiguen comunicarse mejor.
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