¿Quién cuida al cuidador? ¡Date un respiro!

Descanso del cuidador

Hasta la persona más resiliente necesita un momento al día para cuidarse a sí mismo. El cuidar a una persona cercana, un familiar, que por su avanzada edad o una discapacidad necesitan ayuda, es un acto de amor. El cuidar no debe implicar un desgaste extremo por parte del cuidador.

Esta es la situación en la que se encuentran muchas personas que no se dedican profesionalmente a los cuidados, sino que han abrazado esa responsabilidad por puro sentimiento de responsabilidad, y que merecen también poder darse un respiro.

Descansar es parte de la estrategia necesaria para que la tarea del cuidador no se convierta en una actividad que agota la energía del que, con cariño, se ha hecho cargo de quien no puede cuidarse por sí mismo. Vamos a intentar encontrar la manera de conciliar al cuidador con sus propios cuidados.

No quiero ser un estorbo

¿Cuántas veces hemos oído decir a nuestros mayores que no quieren ser un estorbo? Es un sentimiento compartido, nadie quiere ser una carga para nadie, pero, llegado el caso, alguien tiene que dar un paso al frente, por la razón que sea.

La empatía es la semilla mágica para tener una relación sana entre cuidador y cuidado. La convivencia ya de por sí es complicada; si añadimos dificultades que exigen más tiempo en las tareas cotidianas, o la persona a la que cuidamos necesita vigilancia para no hacerse daño, por ejemplo, se genera una situación de estrés extenuante.

Así que hay que saber cuándo se necesita un respiro para no caer enfermo debido al exceso de atención hacia otra persona. Nadie tiene que sentir que está molestando al otro por estar unidos ante una situación de dependencia que el tiempo o la enfermedad han impuesto sin miramientos.

¿Qué es lo que agota al cuidador?

Lo primero que puede causar agotamiento físico y mental a la hora de cuidar a un enfermo o una persona mayor o discapacitada, es no ser un profesional que se dedica a los cuidados de una persona en exclusiva con horarios y honorarios acordados.

Has elegido cuidar a esa persona integrándola en tu vida cotidiana por amor, la decisión te honra, pero tendrás que aprender cosas que los profesionales de la salud aprenden en sus estudios y experiencias.

Eso ya te supone un estrés, temer dañar, no saber cómo reaccionar ante un imprevisto; acudir a los médicos a pedir consejos y saber aplicarlos en casa es un trabajo a tiempo completo que, seguramente, tengas que combinar con tu vida personal y profesional.

Signos de que necesitas un respiro

Solemos tender a poner como prioridad al ser que queremos cuidar. Esta concentración hace que dejes de cuidarte tú, obviando detalles como que estás cogiendo peso o te sientes cansado, triste y solo.

Los primeros signos son molestias físicas debidas al cansancio, la falta de sueño y el exceso de preocupación. Tu cerebro se encuentra mucho tiempo en estado de alerta y eso afecta al sueño y al bienestar general.

El cansancio puede provocar que dejes de hacer ejercicio, vinculado también al hecho de salir menos por tener una persona a cargo. Tienes que hacer algo o tu salud se verá afectada y no tiene por qué si pones remedio a tiempo a una situación que no le gusta a nadie, ni al cuidador ni al cuidado.

Cansancio del cuidador

En realidad, nunca estamos solos

El mismo principio de no ser una carga que el cuidado no quiere provocar con su vejez o su enfermedad, lo aplica el cuidador a su entorno. Asumimos toda la carga para no cargar a otra persona con la falta de descanso y de cuidado que asumes al convertirte en cuidador.

Bien, es un error, no debes asumirlo todo tú solo porque siempre hay alguien que te puede echar una mano y hacer más llevadera esta situación. Hasta la persona más resiliente puede acabar sufriendo estrés y ansiedad, intentemos evitarlo.

Existen personas que puedes contratar en empresas especializadas para compartir el cuidado de tu mayor, por ejemplo, y así cuidarte tú para poder cuidar bien. Existen programas de respiro familiar ofrecidos por ayuntamientos, asociaciones o centros especializados. Ya sea a domicilio, en centros de día o residencias que pueden acoger a las personas por periodos cortos.

Consejo para los cuidadores: ¡respirad!

Que nada emborrone tu generoso acto de amor, te mereces ese respiro y mucha gente hará lo posible por dártelo. Organiza bien tus tareas, acepta la ayuda que te ofrecen otras personas cercanas, entérate de los recursos que tu comunidad ofrece para casos como el tuyo, haz ejercicio. Pide el permiso correspondiente a tu caso en el trabajo.

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